lunes, 19 de enero de 2015

EL GUARANÍ Y LA DISPUTA POR EL SENTIDO


         *por Lucas Palacios



“En una sociedad que se basa en el trabajo enajenado, la sensibilidad humana está oscurecida: el hombre percibe las cosas únicamente en las formas y con las funciones en que son dadas, hechas y usadas por la sociedad existente, y sólo percibe las posibilidades de transformación, tal como las define la sociedad actual, y enfocadas a ésta.
De esta manera, la sociedad existente se reproduce no sólo en la mente, en la conciencia del hombre, sino también en sus sentidos, y no hay persuasión teórica o razonamiento que pueda romper esta prisión a menos que la sensibilidad petrificada de los individuos se "disuelva", se abra a una nueva dimensión de la historia en la que se rompa la opresiva familiaridad con el mundo de las cosas dadas.” (Marcuse, 1973: 83/84).



Una de las cuestiones que han ido tomando ingente preeminencia en los tiempos contemporáneos han sido las luchas y disputas por la identidad. Bajo contextos altamente represivos y homogeneizantes que buscaron eliminar las diferencias que resultaran desestabilizantes para determinados proyectos de poder o construcciones socio-identitarias que hegemonizaron y configuraron universos de sentido excluyentes, se fueron abriendo paso experiencias y reclamos identitarios otrora silenciados e invisibilizados. Estos reclamos empezaron a disputar sentido a la construcción hegemónica y por lo tanto comenzaron a disputar poder. Ese poder que implicó imponer a los demás la visión propia del mundo y lograr que sea aceptada como natural, normal y única. 

Las distintas experiencias colonizadoras en el tercer mundo conjugaron altísimos niveles de violencia fìsica con poderosos esquemas de aculturación que buscaron legitimarlas, reproducirlas y normalizarlas. Sin lugar a dudas esto configuró un nuevo universo de sentido que tuvo sus necesarias implicancias en la lengua. 

Las distintas cosmovisiones originarias, a partir de este proceso, fueron insertadas así en el complejo esquema de la colonización cultural del español y el portugués y que luego la mantuvieron y profundizaron los diversos Estados-nacionales. Y tuvieron que aceptar sin màs, so pretexto de exterminio, la nueva matriz identitaria impuesta. 

De la mano del colonizador se impusieron, asimilaron e interiorizaron nociones absolutamente ajenas y contrapuestas a las de las naciones originarias, las ideas de propiedad privada, de dinero, trabajo asalariado, división social del trabajo, esclavitud, etc.

Nociones que insertas en esta nueva cosmovisión buscaron regimentar y legitimar la expoliación, el saqueo y el genocidio de los pueblos originarios.
Nociones que perfeccionadas, matizadas y aggiornadas a las nuevas formas de dominación social dan sentido y naturalidad al opresor sistema capitalista y a sus distintas variantes remozadas de cada realidad nacional o regional. De esta manera, y para entender un poco la noción de disputa por el sentido, la “realidad” que se nos presenta como “dada” no es tal, sino más bien la lectura o interpretación que hacemos de ella en base a esquemas de sentido ya prefigurados con anterioridad y plasmados simbólicamente a través del lenguaje y ante los cuales nos hallamos como receptores pasivos. 
El guaraní con toda su maravillosa riqueza ha sido empeñadamente minorizado, desprestigiado y discriminado. Pero el “obstinado guaraní” logró sobrevivir y, a contramano de los deseos funestos de sus pretendidos verdugos, emerge con renovadas fuerzas buscando afrontar los nuevos tiempos que corren. El desafío que se nos presenta es poder, de la mano de nuestras comunidades guaraníes y su ancestral sabiduría sumado a la necesaria complementariedad con la cultura mestiza que se fue conformando a sus orillas, lograr conformar un esquema contestatario y contrahegemónico que ponga en cuestión y dispute la interpretación de la realidad existente, no sólo que discuta el aspecto simbólico o lingüístico sino la base material de la colonialidad. Que ponga sobre la arena pública la discusión sobre las relaciones de dominación existentes, sobre el modelo social de producción y que proponga nuevas bases asociativas fundamentadas en las pràcticas comunitarias solidarias e igualitarias, de profundo respeto por el ambiente y por los demàs seres con los que se comparte el gran tekoha.

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