martes, 24 de febrero de 2015

KUÑA

Cuando la voz de la anciana se empezaba a oir, los más jóvenes se detenían a apreciar la calidez y la profundidad de las bellas palabras, esas palabras luminosas que traían claridad y sabiduría. No eran frases al azar, sus labios se abrían sólo cuando era necesario, y expresaban la belleza y la profundidad de una civilización milenaria que se cobijaba en su seno.
El lugar de la mujer en la cosmovisión guaraní era fundamental, por lo tanto era respetada y tenida muy en cuenta. Su rol como pedagogas y transmisoras de la sabiduría ancestral permitió que hasta hoy la cultura guaraní siga viva y goce de buena salud. Sí, le debemos a las mujeres semejante privilegio. Fueron las que con tesón, esfuerzo, diligencia y entrega mantuvieron viva la llama de nuestra cultura. Fueron las que enseñaron a sus hijos y nietos acerca de las buena manera de vivir, las que no se doblegaron ante la violencia ejercida por los conquistadores para eliminar al guaraní de la faz de la tierra, las que entregadas como botín de guerra a sus enemigos plantaron bandera de lucha y soportaron cuantos ultrajes se puede imaginar una persona y se mantuvieron en pie. Han sido el faro que guió a generaciones en la búsqueda de la tierra sin mal, no ya esa tierra física que truncaron los conquistadores, sino más bien ese paraíso interior, esa espiritualidad profunda y plena que caracteriza a la cultura guaraní.

Lucas Palacios


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